Desde la filosofía hasta el arte, la​ noción de lo estético o «lo aesthetic», como gusta la gente de llamarlo ahora, ha estado siempre ligada con aquello que entendemos o percibimos como bello, con lo que produce algún tipo de placer en quien le contempla; pero también, y de manera inevitable, con lo que consideramos feo o desagradable. Sin embargo, consiste en un juego que entrelaza la subjetividad con canones que orientan lo que consideramos bonito o armonioso.

Para definir lo que es bello o agradable, es necesario contar también con referencias de lo que no lo es. La búsqueda de estas definiciones y experiencias se remonta a las grandes tradiciones culturales antiguas, como las de Grecia, China e India, entre muchas, muchas otras.

Aestethic (lo asterik)

Aunque se trata de una noción forjada por aquellas tradiciones de antaño, uno de los términos más buscados en Google y otras plataformas digitales en el último año es “aesthetic”, haciendo referencia a lo estético y a lo que, actualmente, la cultura del consumo Occidental ha definido como tal. Así, aparecen estas nociones en lo que producimos y consumimos, casi en cada rincón de lo cotidiano, y abarcan una serie de estilos y expresiones que podemos apreciar en los entornos virtuales.

Lo estético, “asterik” como decimos con ligera «auto-burla», es simétrico, regular, ordenado, agradable; tal como se lo plantearon los antiguos griegos, los renacentistas y los clasicistas. El uso del término en las redes ha evolucionado y etiqueta desde formas de vestir, de decorar, organizar los espacios y la cotidianidad, maquillarse y pintarse las uñas, transitar por las estaciones del año y generar «ambientes» para el día a día. No es difícil encontrar incluso formas «asterik» de acomodar el refrigerador.

Es claro que los «algoritmos» influyen en los estándares de belleza, en cómo vemos y significamos los cuerpos y en cómo nos vestimos, los productos que elegimos y cómo decoramos nuestra habitación. Pero si desde tiempos inmemorables ha sido el Occidente colonial quien dictamina cómo se orientan las visiones, podríamos plantearnos espacios para cambiar los ejercicios de poder y cuestionar estos conceptos hegemónicos que construyen nuestra mirada sobre el mundo, las cosas y en torno a las personas; particularmente considerando la energía y concentración que implica este «estilo de vida» contemporáneo. Tal vez es buen momento para pensar: ¿por qué nos estamos obsesionando con estas maneras de diseñar nuestro mundo inmediato? ¿Por qué hay tanto placer en el control?

A todo esto ¿qué es lo estético?

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«El jucio de Paris», Pedro Pablo Rubens, c. 1606, óleo sobre tabla, 89 x 114,5 cm, Museo del Prado.

La estética, como disciplina, analiza cómo ciertos elementos despiertan afecciones positivas (que generan «juicios estéticos favorables») para unas personas, pero negativas para otras. Sin embargo, los ideales se han transformado a lo largo de la historia y cambian, no sólo con el paso de los años, sino también con las estaciones o con algo tan simple como las temporadas de moda.

Pero, si algo resulta tan movible y mutable, ¿cómo se relaciona con parámetros tan establecidos como los que han definido lo que las personas comprenden como bello? ¿Por qué lo que nos resulta más familiar es considerado más bello y lo que nos es ajeno es menos valioso o hasta «feo»?

Una radicalización de esta postura se encuentra en la definición de estética ofrecida por el teórico de la cultura Terry Eagleton. En La estética como ideología (2006), escribe:

“La estética nace como un discurso del cuerpo. […] [analiza] el modo en el cual el mundo choca con el cuerpo en sus superficies sensitivas”.

Podríamos argumentar, siguiendo esta línea que lo feo y lo bello son categorías que uno utiliza para etiquetar las cosas, pero no son «verdades» sobre los objetos del mundo; pues, este choque del que habla Eagleton a cada quien le puede caer de forma distinta: como placer o desagrado; como ambiguedad, como apasionante, como un trago amargo o dulce. En cada caso, para cada quien, puede ser de distinta manera.

Lo interesante es tratar de dilucidar si ciertos objetos producidos por cierta tradición (el arte, la música, el cine, la ropa, el maquillaje, el diseño, la comida, los asientos del avión) tienen la intención clara de «hacernos sentir» de ciertas maneras o de «chocar contra nosotros» para empujarnos en una dirección o en otra.

En resumen: algunos seres y estares (objetos y sujetos del mundo) chocan de forma “placentera” con el cuerpo y les llamamos bellos; otros no son tan agradables y les llamamos feos; el asunto es que no dejan de ser “estetizantes”. Entonces, esta obsesión con definir lo «asterik» de cierta forma y solo así, podría estar privándonos de ciertos placeres que van más allá de lo ordenado, regular, simétrico y familiar. Algo para pensar.

No lo olvidemos: lo que percibimos como hermoso se une inevitablemente con lo que entendemos como bueno o correcto, y lo aplicamos a la forma en la que vemos los cuerpos, en lo que aceptamos y a lo que aspiramos. Las percepciones individuales se mezclan con visiones colectivas hegemónicas que replican patrones sobre la dicotomía de lo “bueno” y lo “malo”.

¿Cómo determinas qué cosas te agradan y cuáles no?

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«El Juicio de Paris» de Jero Toledo.

 

 

 

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*Referencias:

«La estetica y la humanidad», Dr. Alejandro Mijares Gil, 2006.