¿Cómo sabemos lo que sabemos sobre las plantas que nos rodean y acompañan nuestra cotidianidad?
Probablemente fue una pregunta similar la que inauguró la botánica, rama de la biología que estudia todos los aspectos ligados a estos entrañables seres vivos. El registro botánico, por su parte, es un hacer esencial para comprender las diversas formas que tenemos de involucrar a las plantas en todos los campos de la vida humana, y que también nos habla de la relación que nuestra especie ha sostenido con estos seres a lo largo de la historia.
Han existido varios métodos para plasmar este conocimiento, uno de los más conocidos son los herbarios, colecciones de plantas preservadas —anteriormente por medio de la desecación— en los que se expone información valiosa sobre su utilidad e importancia de cada ejemplar.
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Sobre el inmenso valor del registro botánico
Se ha recurrido a diversos métodos para crear herbarios. Se puede considerar a las y los botánicos como grandes artistas, y a los herbarios como obras de arte. Destaca en este sentido la labor de Anna Atkins, una científica nacida en Reino Unido en el siglo XIX. Atkins es considerada una de las primeras botánicas en generar, a partir de esa disciplina, objetos artísticos. Desde que Atkins comenzó a dedicarse a la botánica, elaboró múltiples herbarios con valiosa información.
Simultáneamente, Henry Fox Talbot, botánico y filósofo, presentaba la creación de los fotogramas, imágenes fotográficas hechas sin cámara, logradas poniendo un objeto sobre papel fotosensible y exponiéndolo al sol. Poco después, William Herschel, astrónomo y químico, inventó un proceso fotográfico llamado cianotipia. Similar a los fotogramas, pero cuya impresión era más barata y realizada sobre un fondo azul intenso. Pronto estas técnicas influirían en el desarrollo de los herbarios de la época.
La fotografía como medio descriptivo de la botánica
Anna Atkins empezó a utilizar estas técnicas al darse cuenta de que había una falla en el Manual de algas marinas británicas, publicado por el botánico especialista William Henry Harvey: la obra consistía en sólo una lista con descripciones de algas que él mismo había recolectado, sin ningún método de ilustración.
Atkins descubrió que la introducción de la fotografía a la botánica podría representar una gran mejora para los registros, tratándose de una disciplina mucho más rigurosa que la ilustración. Así, decidió elaborar su versión del Manual para ayudar a ilustrar las descripciones de William; agregando además un pie de foto con el nombre de la especie, lo cual fue un detalle innovador.
El olvido de Anna Atkins
Después de ilustrar el herbario del botánico, Atkins siguió creando más registros utilizando cianotipias, forjando una colección que donaría en 1865 al Museo Británico.
Después de su muerte, la importancia de sus aportaciones se fue desvaneciendo y su nombre olvidando. Hasta hace pocos años, algunos especialistas en botánica, fotografía y arte reconocieron nuevamente sus logros.
Actualmente Anna Atkins es conocida como una de las pioneras de la fotografía, y como la primera persona en publicar un libro ilustrado con estas imágenes.
Observando su trabajo, las fotografías descriptivas con acabado fino y casi etéreo, es imposible creer que sus obras pudieron haber desaparecido de la memoria. Parece muy interesante que en la actualidad sean reconocidas por su valor estético y su importancia en la historia de la fotografía, considerando que en el campo de la botánica ya no son útiles.
La introducción de estas técnicas para el registro botánico por parte de Anna Atkins, sentó las bases para volverla una ciencia mucho más rigurosa. El uso de imágenes para identificar plantas en nuestro entorno no sólo deja de lado múltiples problemas de las técnicas de conservación y presentación tradicionales; también facilita el entendimiento y acceso a este conocimiento y favorece su consulta; volviéndolo accesible para un público diverso y no necesariamente especializado; ya sea con sentido didáctico, artístico, de conservación, para el acercamiento a la vida que nos rodea, y para comprender su aplicación en todos los aspectos de la vida cotidiana. Por ejemplo, en el consumo de plantas por sus propiedades medicinales y rituales o su uso en la preparación de comidas tradicionales.