Habiendo crecido en un país como este, los estudios de paz me resultan una constante fuente de reflexión. En México, la violencia cobra múltiples formas. Algunas nos horrorizan, mientras que otras las hemos internalizado al grado de ya no identificarlas siquiera.

No es materia de este ensayo transitar por donde se ha transitado ya tantas veces, ni politizar un asunto que trasciende la arena de lo político y se adentra en lo social y cultural. No es el objetivo tampoco señalar orígenes o culpables de aquello que, transversal como es, debe ser analizado considerando su complejidad. 

Los estudios de paz ofrecen herramientas para abordar el conflicto, que es inherente a la humanidad pero no necesariamente debe derivar en violencia. En este texto en específico, se busca introducir una de dichas herramientas: el periodismo de paz (peace journalism). 

Johan Galtung, quien es considerado el padre de los estudios de paz, publicó en 1965 el ensayo The Structure of Foreign Newsjunto con Mari Holmboe Ruge. En este artículo a partir del cual se acuñó el término “periodismo de paz”, los autores plantean diversas ideas que siguen vigentes, a pesar de los 55 años que han pasado desde su publicación y los enormes cambios que ha habido desde entonces en la manera en la que nos informamos. 

Una primera pregunta que se hacen es: ¿cómo es que los eventos se convierten en noticias? Evidentemente, no todo lo que sucede se reporta; hay más eventos que noticias. También la cultura influye en lo que decidimos considerar como un evento. Ya “identificado” el evento, los medios aplican ciertos criterios para reducir la infinidad de datos que existen al respecto y optan por una selección, que es la que llega finalmente al lector o receptor. Es imposible, tanto para los medios como para los lectores, procesar toda la información que existe, por lo que los medios (entendidos por Galtung y Ruge como el periódico impreso y publicado una vez al día) necesariamente limitan el contenido y lo reducen a los datos más impactantes o de mayor interés.

Esta reducción implica que con frecuencia se reportan únicamente los momentos más álgidos de un evento que dura un cierto periodo de tiempo. Durante una guerra, por ejemplo, no se reporta la muerte de cada persona. En este ejemplo específico, Galtung y Ruge plantean que, si los periódicos se publicaran cada segundo, la perspectiva de lo que se reporta podría cambiar de la batalla completa a los soldados individuales. 

Sin embargo, en el 2020 podemos decir con conocimiento de causa que, aun contando con herramientas digitales como las que tenemos ahora Twitter, para no ir más lejostampoco es posible aprehender en su totalidad la dimensión de lo que sucede durante todos los momentos de un evento con cierta complejidad.

Galtung y Ruge destacan también que existe un sesgo a favor de las noticias negativas y aventuran algunas razones para ello. Son más fáciles de comunicar, pues se desarrollan en un corto periodo y pueden reportarse sin que sea necesario otorgar mayor contexto para su comprensión. Además, su calidad de negativas en general es poco ambigua, mientras que una noticia “positiva” puede no serlo para todas las partes involucradas. 

Considerando entonces solo la información que conocemos y que somos capaces de procesar, es importante que las y los periodistas rebasen la información convencional básica de una nota informativa y destinen mayores letras a asegurar la comprensión del contexto de la noticia. 

También resulta necesario incluir las distintas perspectivas para reducir los sesgos, así como otras voces que tengan autoridad sobre el tema desde un punto de vista distinto al predominante. Lo anterior resulta de especial importancia en el contexto actual de las fake news y la inmediatez de la información que consumimos, y es una suerte de catalizador o antídoto ante el sensacionalismo que suele predominar en los canales de noticias (sea la televisión, las redes sociales o medios impresos). El periodismo de paz promueve un trabajo más delicado de investigación y contextualización, necesario para que las y los lectores tengan una comprensión real de lo que sucede y puedan tomar decisiones informadas. 

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Si bien no todos los lectores somos tomadores de decisiones, somos consumidores ávidos de información que con frecuencia no cumple con los criterios del periodismo de paz. Con base en esa información incompleta y sin contexto, emitimos juicios y opiniones en las redes sociales que no responden a la realidad de lo que ocurre. Este tipo de contenido de opinión que no se fundamenta en información completa y bien documentada, al agregarse, tiene el potencial de hacer daño a individuos o instituciones sin contar con bases reales. 

La promoción de un periodismo de paz fomenta la empatía, mientras que desalienta las opiniones extremistas que responden a información incompleta o incluso falsa. Nuestro deber como receptores es hacer un consumo responsable de la información, privilegiando fuentes que se acerquen más a los criterios anteriormente descritos. Posteriormente, en nuestra calidad de generadores de contenido en redes, ser cautelosos con las opiniones que emitimos y procurar que éstas respondan a una comprensión real de las situaciones.