Cada 8 de noviembre existe en Tepoztlán, Morelos; una celebración conocida como La Octava. Una réplica de la fiesta de Día de Muertos que sirve para cerrar el ciclo, para despedir a las almas que nos visitan y cuya memoria honramos en estas fechas, agradeciendo su presencia. Abre las puertas para habitar el mismo plano durante 8 días y después decir adiós.
La celebración llamada Octava en Tepoztlán tiene una función ritual de cierre. Encuentra su origen en el catolicismo, relacionada con los festejos que debían tener continuidad durante 8 días. En México está presente en muchos pueblos y en diferentes festividades, sin embargo se ha transformado y ha adquirido una nueva serie de significados muy específicos que fusionan visiones coloniales y de los pueblos originarios.

Desde perros que nos guían al Mictlán, hasta San Juan Pirulero —el santo que ayuda a cargar lo que las y los difuntos han reunido de sus ofrendas— La Octava es una celebración que, como muchas otras, se ha adaptado, transformado y evolucionado para ser lo que conocemos hoy.
En Tepoztlán, La Octava del Día de Muertos tiene una presencia fuerte entre sus habitantes, se vuelve una celebración mucho más íntima porque ha logrado pasar desapercibida para el sector turístico y la despedida se queda en lo familiar.
La Octava en las calles
Según las creencias de las abuelas y abuelos, los difuntos tienen toda una semana para convivir entre nosotros y en el octavo día se les despide. Se monta una nueva ofrenda más pequeña con comida hervida, agua, pan, sal y en algunos hogares con los huesos del pollo, que son para San Juan Pirulero.

Se quedan más tiempo quienes visitan antes, como las y los accidentados que llegan desde el 28 de octubre; las niñas y niños y después todos los demás. Entonces, al día siguiente, se va al panteón, se vuelven a limpiar las tumbas y se cambian las flores, ofrendas y veladoras. El silencio se convierte en música, charla y recuerdos.
Las calles y el mercado se colorean de naranja, vuelven a iluminarse con la luz de las chilacayotas, que acompañan los cantos de niñas y niños que piden una limosna para sus calaveras. Así reparten dulces, con fogatas, anécdotas y ponche, quienes no están en el panteón. En Tepoztlán no se aceptan del todo los disfraces, coexisten las creencias en resistencia. Hay una lucha por preservar las tradiciones que han trascendido la historia y nos brindan identidad, mientras nos adaptamos al presente para que no se desvanezcan.

Se cumple un ciclo
En Tepoztlán La Octava funciona como una despedida para las almas que nos han visitado. Nos ayuda a cultivar nuestra relación con la muerte.
Se cumple un ciclo, la vida recibe a los muertos y les honra, agradece su presencia y después les despide; sabiendo que se volverán a encontrar.
Si quienes han fallecido pueden visitarnos y estar entre nosotros,
¿Qué significa morir?
¿Cuándo estamos realmente muertos?
Agradecimientos a Doña Norma y Rubí por contarnos de La Octava