Las entrevistas de trabajo, así como las citas —románticas o médicas— cuentan con una misma cualidad: la incertidumbre. No hay manera de saber de antemano si saldrán bien o saldrán mal. En todos los casos, ambas partes esperan que salgan bien, pues, de salir mal ambos perderán. En algunas curiosas ocasiones, sin embargo, sucede que una parte cree que salió bien, y la otra está convencida de que salió mal.
Eso le pasó a Rocío al salir de la que, oficialmente, constituía su primera entrevista de trabajo. Con el entusiasmo de las primeras experiencias, se probó el pantalón con diversos pares de zapatos y se tomó su tiempo para decidir con cuál se veía mejor. Desayunó con calma y se lavó los dientes con cuidado. Consultó el pronóstico del clima para escoger una bufanda más o menos gruesa con conocimiento de causa. Revisó el contenido de su bolsa más de una vez. A la hora adecuada, comenzó el recorrido.
Primero, caminó; luego tomó el metro, se bajó, caminó por el interior de la estación y lo abordó de nueva cuenta, pero habiendo cambiado de línea. Se bajó, salió a la calle y cruzó la avenida. Ahí pidió un taxi y observó el camino, intentando memorizarlo. De aceptar el puesto, ese sería su recorrido diario.
Conversó brevemente con el conductor, quien amablemente le deseó suerte al abrirle la puerta. Rocío le sonrió nerviosamente y entró al edificio. De haber sabido que la entrevista duraría menos de diez minutos no se hubiera sentido tan nerviosa, ni hubiera puesto tanto cuidado en su arreglo. Casi le pareció ver las caras de extrañeza de quienes la vieron entrar y salir en tan poco tiempo, mientras desayunaban tamales en el carrito junto a la puerta del lugar.
Mientras caminaba de vuelta al metro, deshaciendo peatonalmente lo recorrido en taxi, se sintió un poco más madura. Finalmente, no cualquiera puede presumir de terminar una entrevista antes de la hora en que debió comenzar. Eso debía ser un récord a la entrevista más evidentemente fallida entre sus conocidos cercanos.
De ahí su sorpresa al recibir una llamada citándola para la siguiente etapa de reclutamiento el jueves próximo. Pero nada bueno pasa en jueves y Rocío no se presentó. No había razón para reabrir la incertidumbre. Aparentemente en la empresa no sabían que esa entrevista había ido muy mal, pero ella sí lo sabía. Alguien tenía que decírselos de algún modo. Y ella se los dijo al no ir.
«Lazos» de Regina Garduño Niño es una antología de cuentos inspirados en la vida cotidiana y las extraordinarias cosas que allí florecen. Sigue la publicación de las sutiles y encantadoras historias que conforman «Lazos» en El Blog de Evidencia Estudio.