La tía Amelia, más que tía, parecía abuela. Siempre le pareció vieja a sus numerosos sobrinos y era difícil imaginarla con un porte más enérgico; menos polvoso del que todos recordaban que había tenido siempre. Ni hablar de que hubiera sido joven, delgada, erguida. Imposible imaginarla en otra etapa de su vida. Aunque racionalmente supieran que aquello no era factible, en alguna parte de su inconsciente guardaban la convicción de que había nacido teniendo aquella edad indefinible, que parecía nunca mutar y giraba más en torno a las últimas décadas de la vida que a las primeras.
A la tía Amelia, además de numerosos años, la acompañaban siempre múltiples temores y miedos, que ella misma no hubiera podido identificar como parte de sí, pero que los sobrinos tenían bien tipificados: el miedo a la mugre, a las cosas impropias, a las desveladas, a todo aquello que estuviera fuera de su lugar. Pero contaba con un solo pavor, que hacía palidecer al resto de sus manías: no toleraba el silencio.
Ello la llevaba a hablar constantemente, sola o con quien tuviera enfrente, sin importarle si mantenía el interés de su interlocutor o no. Expresaba sus opiniones sobre todo: desde los asuntos más nimios, hasta los hechos más sórdidos de la realidad nacional. Poco le importaba la veracidad de lo que contaba que había ocurrido o si estaba revolviendo personajes, fechas y lugares; lo primordial era decir algo, lo que fuese, todo el tiempo. Aun dormida, se las arreglaba para emitir sonidos; ya fueran palabras sueltas o francamente ronquidos.
En medio de la constante avalancha de ruido que implicaba estar cerca de ella, los sobrinos preveían una salida: su muerte —que habría de acontecer algún día, probablemente en el futuro cercano, considerando que había sido vieja siempre— sería notoria de inmediato. Y, sin decirlo, sabían que ese silencio, en ocasiones tan anhelado, se transformaría en un vacío que no sanaría en un largo tiempo.
«Lazos» de Regina Garduño Niño es una antología de cuentos inspirados en la vida cotidiana y las extraordinarias cosas que allí florecen. Sigue la publicación de las sutiles y encantadoras historias que conforman «Lazos» en El Blog de Evidencia Estudio.
*Imagen destacada: Justine Khamara