Ser humano, escribe H. G. Gadamer es “enredarse en la interpretación de lo ambiguo”; pero, en estos tiempos ¿quién se entrega a la tarea de interpretar? 

No se trata de una encomienda sencilla, pues sólo interpretamos lo que no es evidente: solo buscamos conocimiento en lo que no damos por hecho —por terminado, por entendido, por resuelto. Y para navegar el mundo que habitamos, es importante “dar por hecho” la mayoría de sus estructuras. Si nos detuvieramos a interpretar todo lo que realmente no entendemos, nuestras vidas tendrían que destinarse permanentemente a este ejercicio. Tal vez, en ese sentido, no somos humanos todo el tiempo. 

Además, habitamos un mundo que no nos es propio

Porque no nos permitimos significarlo. Recorremos este espacio sin ponerlo en duda, pues hacerlo nos obligaría a parar; tal vez incluso a regresar y volver a empezar. Al mismo tiempo, el mundo significa: sabemos qué son muchas de las cosas que nos rodean; para qué sirven, cómo se utilizan. Pero, esa definición del mundo ¿de dónde la hemos extraído? ¿Quién nos dice qué es lo humano?, ¿el cepillo de dientes?, ¿la violencia?, ¿los espejos?, ¿la belleza?

¿Quién nos dice qué es el cielo? 

Ahí, reuniéndonos a todos está la discreta entidad; muchas veces azul, pero también gris, naranja, negra, rosa; blanco constante de controversias: ¿el cielo es el lugar donde reside lo divino? ¿Es un sitio o un objeto? ¿Es el límite de nuestro planeta o el principio del universo?

La definición del cielo es elusiva y lo único comprobable es que el cielo es. No tenemos que haberlo visto, para poder afirmar eso; pues la entidad existe, incluso solo al ser nombrada. El cielo es y lo demás son interpretaciones que se endurecen y derivan en definiciones que muchos adoptamos y asumimos como nuestras. 

Este mundo que habitamos se estructura con base en interpretaciones endurecidas

Y quien dicta qué es el cielo para nosotros domina esa región de nuestro estar en el mundo. Claro que nuevas formas de interpretar la evidencia —incluso nuevas trazas de evidencia— se hacen aparecer todo el tiempo y, para sobrevivir, luchan por reensamblar las definiciones y cambiar la estructura. 

¿Pero cómo sabemos si lo que se dice del cielo es verdadero?

El mundo está poblado con voces que truenan y gritan y susurran; con voces que convencen y seducen, chantajean; voces que mienten, que experimentan, que sospechan, afirman y dudan. El mundo está tejido en habladurías, comentarios que se volvieron definición y que ahora nos parecen evidentes. Pero ¿lo son? 

Debemos volver a la evidencia más auténtica, a [lo que es] y [lo que impacta]; a [lo que nos hace sentir]. Si queremos saber qué es el cielo debemos recopilar sus efectos en nuestro propio cuerpo, porque ese es el único impacto comprobable. A continuación, con esa información, podemos hundirnos en el ejercicio de desentrañar lo ambiguo.

Cada vez es más claro: este mundo exige ser interpretado. Exige ser constantemente redefinido. Y la evidencia del mundo quiere hacerse escuchar. Hacerla hablar, podría cambiar tu vida.

Con esta primera pieza, inauguramos DEFINE, una serie de videoensayos que nos impulsan a discutir sobre el ser de diversos conceptos de uso común, sobre los que no nos habíamos preguntado cuidadosamente. A través de estos cuestionamientos y esta detenida observación de la evidencia, queremos hacernos del poder de definir nuestro entorno. Además, hacerlo en colectivo, nos permite articular un mundo común, donde las interpretaciones de uno informan las del otro; generando una mirada compartida; una ética. 

Por otro lado, sabemos que las definiciones están para romperse y que la evidencia seguirá siendo interpretada. Lo que nos interesa es disponer el ejercicio para encender más preguntas. Al mismo tiempo, al publicar nuestra definición, contribuimos a construir un mundo donde “lo que se dice” no son comentarios sobre un comentario, sino interpretaciones en las que hemos invertido nuestra propia energía, con mucha conciencia sobre los efectos que lo dicho tiene sobre nuestros cuerpos y haciéndonos responsables de la manera en que impactamos a otros.